Ya sabíamos que Eobard Thawne, a quien de momento seguiré llamando Harrison Wells, se ha dedicado a convencer a Barry de gastar todos los puntos de experiencia en mejorar sus poderes y no dedicar ni uno a las habilidades sociales e intelectuales. El resultado es que Wells descubre a la primera de cambio que nuestro velocista ha vuelto atrás en el tiempo y no pierde ni un momento en advertirle de lo peligroso que es cambiar cualquier detalle del pasado (ya que pone en peligro su misma existencia, viniendo de tan lejos en el futuro como viene). Pero Barry, aun sin saber que Cisco moría asesinado en la línea temporal «verdadera», decide por su cuenta que merece la pena detener al Mago del Clima antes de que desencadene el tsunami, y utiliza su conocimiento del futuro para quitárselo de encima de un plumazo.
Porque nuestro pataslargas iba muy confiado por la vida, creyendo saber cómo iba a ser el futuro y sin darse cuenta de que lo alteró al regresar al pasado, y hasta deja a su novia Linda porque está seguro de que Iris no tardará en arrojarse a sus brazos. Pero los entresijos del amor son como los entresijos de viajar en el tiempo, y por lo visto solo estallan desde el subconsciente, en situaciones de estrés muy concretas. Vamos, que Barry no va a poder volver al pasado siempre que le dé la gana, ya que lo contrario habría traído una tremenda sarta de agujeros argumentales para la que ni los guionistas de The Flash están preparados. Y así, sin comerlo ni beberlo, llegamos al final del episodio con la sensación de que nada ha cambiado, de que el tirabuzón ha dejado la serie casi como estaba al final del episodio 14, incluida la excusa barata de Caitlin para justificar los desvaríos amorosos de Barry…
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