Por supuesto, a estas alturas de la película sería difícil que esa desvergüenza funcionara sin un toque de humor. No es que The Flash no se tome en serio a sí misma, pero para tomarse en serio no hace falta que todos los personajes sufran un conflicto interior que los lleve a pasarse medio capítulo dudando de sí mismos y poniendo cara de intensos. Si en un momento dado hace falta que Barry hurgue en una boñiga con el bolígrafo que regaló al detective Chyre su padre antes de morir, que hurgue, y si en la siguiente escena de Chyre lo matan de un tiro, que lo maten. Es cierto que varios de los personajes (el propio Barry, su padre Henry, Caitlin) tienen un pasado traumático y que los guionistas no pasan de puntillas por él, pero tampoco permiten que lo hunda todo en un fango introspectivo. Porque ser el hombre más rápido del mundo, ponerse un traje rojo y salvar a gente tiene que molar. Y punto.
Los personajes están definidos con dos pinceladas y organizados en dos grupos, el de la policía y el de los Laboratorios Star. Hay el suficiente trasfondo, ya sea explicado o mostrado, para establecerlos con cierta firmeza a todos (la vecinita objeto de pagafantismo, el friki de los cacharritos, el poli bueno) sin que sus presentaciones se coman el episodio entero, cosa que no es poco mérito teniendo en cuenta que son bastantes personajes. Por supuesto, parte de ese mérito corresponde a los actores, que aprueban de largo y, cuando toca, venden bien que se conocen desde hace tiempo y están cómodos juntos. A cambio, en el episodio hay menos grises morales que en Smallville, y pese a todo lo dicho la serie podría resentirse si se mantiene esa tendencia.
Superado ese escollo, los efectos especiales están aplicados con cierta mesura y quedan bien. Y más vale que sigan quedando bien y se invierta el presupuesto donde toca, porque van a hacer falta buenos efectos si se quiere evitar que Barry lo siga resolviendo todo a base de correr en círculos. En ese sentido, tranquiliza ver las letritas tipo Sherlock del principio del episodio, cuando Barry deduce el modelo de coche de los malos, porque sugiere que (1) algunos problemas se resolverán usando la cabeza, no las piernas, y (2) los productores no van a pensárselo dos veces antes de coger recursos prestados de aquí y de allá. Y si se ha de mantener variado el uso que da Flash a su poder, algo me dice que veremos bastante tiempo-bala.
En resumen, un piloto bien equilibrado entre la narración del origen de un héroe, la acción, el misterio, el humor y los guiños y pistas sobre posibles futuros enemigos del bueno de Barry Allen. Deja con ganas de ver el segundo (para el que tendréis aquí a Laura, que vamos a ir alternándonos), y esa es la definición exacta de un buen primer episodio. Así que sintonía de cierre y hasta dentro de dos semanas, amiguitos del relámpago.
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